La provocación destructiva es una forma de interacción que, bajo apariencia de reto, enseñanza o humor, genera bloqueo, herida emocional o sumisión. No busca formar: busca dominar. No despierta pensamiento: anula autoestima. No construye vínculo: lo contamina.

  • Preguntas con trampa diseñadas para hacer fallar.
  • Ironía o sarcasmo ante una respuesta incorrecta.
  • Comentarios en público que ridiculizan la capacidad o personalidad del residente.
  • Desafíos” cuyo único objetivo es exhibir superioridad.
  • Uso de la presión emocional como forma de “templar el carácter”.
  • Porque no enseña nada más que miedo.
  • Porque deja huellas invisibles: inseguridad crónica, autoboicot, desconexión.
  • Porque reproduce dinámicas de poder no éticas.
  • Porque impide que el pensamiento fluya, que la confianza crezca, que el vínculo docente sea fértil.
  • Porque se vivió así en la propia formación.
  • Porque se disfraza de “exigencia necesaria”.
  • Porque quienes la ejercen no reciben nunca retroalimentación ética.
  • Porque nadie la nombra por su nombre.
  • Desafiar con respeto: preguntas reales, no humillantes.
  • Crear espacio para pensar sin temor al error.
  • Corregir con firmeza, pero con cuidado.
  • Enseñar que equivocarse es parte del proceso… no una prueba de valor.
  • Si tras el comentario hay silencio tenso: algo se ha roto.
  • Si el residente evita hablar, preguntar o decidir: algo fue herido.
  • Si el humor deja al otro solo: no era humor, era agresión encubierta.

La provocación destructiva es una forma de violencia normalizada. No enseña pensamiento, ni técnica, ni criterio. Solo enseña a callar, a imitar, a sobrevivir. Y en neurocirugía, donde el cuidado empieza por el gesto y la palabra, no hay lugar para provocar destruyendo. Solo para formar despertando.

  • provocacion_destructiva.txt
  • Última modificación: 2025/05/03 23:58
  • por 127.0.0.1