El humor es una forma de comunicación que puede aliviar, conectar y humanizar… o bien excluir, herir y marcar jerarquía. En entornos de alta tensión como la neurocirugía, el humor no es accesorio: es lenguaje clínico. Y como tal, enseña, modela y deja huella.

  • Disminuir la ansiedad antes de una intervención compleja.
  • Humanizar la relación entre miembros del equipo.
  • Generar cohesión y sentido de pertenencia.
  • Reírse de uno mismo como señal de humildad y autoconciencia.
  • Aportar ligereza sin banalizar.
  • Usarlo para ridiculizar a un residente o paciente.
  • Hacer comentarios sobre el cuerpo, el acento, el género o la edad.
  • Bajar la tensión a costa de la dignidad ajena.
  • Trivializar una situación clínica grave.
  • Encubrir agresión o desprecio como si fuera una “broma”.
  • El humor verdadero une.

El sarcasmo sin conciencia separa.

  • El buen humor cuida.

El mal humor es violencia con sonrisa.

  • Leer el contexto: ¿hay confianza? ¿hay tensión?
  • Leer la dirección: ¿es humor hacia uno mismo, o hacia abajo?
  • Leer la reacción: ¿hay risa sincera o sonrisa por obligación?
  • Cuidar el lenguaje: el humor no necesita desprecio para ser eficaz.
  • Hacer del humor un gesto de presencia, no de dominio.
  • Un tutor que se ríe de su propio error pasado transmite humildad.
  • Una broma compartida en quirófano puede transformar el miedo en conexión.
  • Reírse juntos no es perder seriedad:
    • *es recordarse humanos en medio de la técnica. ==== Conclusión ==== El humor es bisturí emocional. Puede cortar, puede liberar, puede curar. En neurocirugía, donde todo es serio, reír con cuidado es señal de conciencia.**

Y saber cuándo no reír… también.

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  • Última modificación: 2025/05/04 00:04
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