La violencia no es solo golpear. Es imponer, humillar, ridiculizar, despreciar, invisibilizar, anular. Y en neurocirugía, donde el poder se da por sentado, la violencia puede camuflarse de exigencia, de estilo quirúrgico, de tradición docente.

  • Interrumpir sistemáticamente a quien tiene menos rango.
  • Corregir en público con tono despectivo.
  • Ignorar la opinión clínica de un residente o colega sin explicación.
  • Usar la jerarquía para invalidar el desacuerdo.
  • Hablar del paciente como objeto, no como sujeto.
  • Hacer bromas que ridiculizan, aunque “sean costumbre”.
  • Porque “siempre ha sido así”.
  • Porque quien la sufre calla por miedo.
  • Porque quien la ejerce no se siente violento: se siente exigente.
  • Porque se confunde liderazgo con autoridad incuestionable.
  • Porque nadie la nombra.
  • Bloqueo emocional del aprendizaje.
  • Desconfianza crónica.
  • Reproducción del patrón violento en generaciones futuras.
  • Pérdida de talento: quienes tienen conciencia, se van.
  • Dificultad para hablar con claridad.
  • Culpabilidad difusa.
  • Dureza emocional como escudo.
  • Aparición de cinismo o desconexión como defensa.
  • Corregir con firmeza.
  • Exigir desde el respeto.
  • Pedir precisión.
  • Confrontar con argumentos clínicos.
  • La exigencia sin empatía.
  • La crítica sin cuidado.
  • La palabra que anula en lugar de formar.
  • La costumbre que daña… aunque se practique con guantes.
  • Nombrándola, sin acusar.
  • Escuchando cómo se recibe, no solo cómo se dice.
  • Revisando el estilo quirúrgico con mirada ética.
  • Preguntando: “¿cómo impacta lo que acabo de decir?”
  • Reaprendiendo a enseñar, sin necesidad de herir.

La violencia en neurocirugía no es compatible con el cuidado. Se puede operar sin temblor… pero si hay miedo en el entorno, el daño ya está hecho. Y en un oficio que toca el sistema nervioso… el primer sistema que debe cuidarse es el emocional, el humano, el colectivo.

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  • Última modificación: 2025/05/04 00:00
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