Prestigio en Neurocirugía: Reflejo Externo y Riesgo Interno
El prestigio es uno de los grandes motores —y peligros— del ejercicio neuroquirúrgico. Socialmente valorado, institucionalmente recompensado y emocionalmente adictivo, el prestigio puede impulsar a muchos profesionales hacia la excelencia. Pero también puede distorsionar el sentido de la práctica médica si se convierte en el fin último de cada decisión.
¿Qué es el prestigio?
- Puede ser técnico, académico, docente o institucional.
- Se construye con el tiempo, pero también con narrativas, imagen y relaciones estratégicas.
- Tiene poder simbólico: abre puertas, otorga legitimidad y genera influencia.
Beneficios del prestigio bien llevado
- Da voz a quienes tienen algo valioso que enseñar o defender.
- Permite liderar con impacto en foros clínicos y científicos.
- Facilita recursos para investigación o docencia.
- Atrae talento joven cuando se usa para formar, no para brillar.
Riesgos del prestigio como eje identitario
- Convertir el ejercicio clínico en una estrategia de autopromoción.
- Tomar decisiones motivadas por la imagen, no por el beneficio del paciente.
- Confundir admiración con respeto real.
- Bloquear la crítica y la autocrítica.
- Perder paz personal cuando la identidad depende de la opinión ajena.
- Rechazar la humildad, al verla como debilidad o amenaza al estatus.
El prestigio y la autopercepción
- Cuando el prestigio es reflejo de un trabajo interno maduro, puede ser legítimo y útil.
- Cuando el prestigio es sustituto del vacío o de la inseguridad, se vuelve frágil y absorbente.
- Hay neurocirujanos que tienen prestigio, y otros a quienes el prestigio los tiene a ellos.
Cómo relacionarse saludablemente con el prestigio
- Recordar que prestigio ≠ valor personal.
- Usarlo como herramienta, no como identidad.
- Practicar la invisibilidad voluntaria en algunos espacios: no todo requiere protagonismo.
- Aceptar que el prestigio fluctúa: no se puede controlar siempre.
- Rodearse de personas que no solo admiran, sino que también confrontan y cuidan.
Conclusión
El prestigio, cuando es verdadero, no necesita gritar. Acompaña. Respalda. Pero no sustituye. En neurocirugía, la grandeza no está en ser reconocido por todos, sino en ser coherente con uno mismo, aunque nadie aplauda. El prestigio pasa. La verdad y la paz personal quedan.