Invulnerabilidad en Neurocirugía: El Mito que Nos Aísla, la Máscara que Pesa
En la tradición quirúrgica, se ha asociado el buen cirujano con una imagen de invulnerabilidad: siempre fuerte, siempre seguro, siempre firme. Esta figura —construida socialmente y reforzada en la formación— genera respeto, sí. Pero también soledad, rigidez emocional y desconexión humana.
¿Qué es la invulnerabilidad en el quirófano?
¿De dónde viene esta ficción?
- De modelos docentes que nunca mostraron sus grietas.
- De una cultura jerárquica que confunde autoridad con dureza.
- Del miedo a ser juzgado débil o incompetente si uno duda.
- De un entorno donde el sufrimiento emocional no tiene lenguaje compartido.
Consecuencias de sostener la invulnerabilidad
- Aislamiento afectivo: nadie conoce realmente al cirujano que sufre.
- Dificultad para conectar con el paciente y su dolor.
- Estilo docente rígido o distante.
- Crisis silenciosas, que estallan tarde y mal.
- Imposibilidad de pedir ayuda, incluso cuando se necesita.
La paradoja
- Cuanto más se intenta parecer invulnerable, más frágil se vuelve el interior.
- La invulnerabilidad no protege: encierra.
¿Qué pasa cuando un cirujano se permite no ser invulnerable?
- Aparece el aprendizaje real.
- Mejora la relación con el equipo.
- Se humaniza la toma de decisiones.
- Se cultiva la sabiduría, no solo la técnica.
- Se accede, poco a poco, a la paz personal.
Romper el mito
- Mostrar una duda no debilita la autoridad: la hace más ética.
- Aceptar un error no destruye la reputación: la hace más humana.
- Expresar cansancio o miedo no es fallar: es ser real.
Conclusión
El neurocirujano verdaderamente fuerte no es el que nunca se quiebra, sino el que sabe cuándo necesita apoyo, cuándo pedir ayuda y cuándo hablar con verdad. La invulnerabilidad es una ficción profesional. La humanidad, en cambio, es una herramienta clínica.