Influir es provocar un cambio en la forma de pensar, actuar o decidir de otro, de manera directa o indirecta. En neurocirugía, donde cada gesto tiene un peso simbólico y cada palabra puede marcar trayectorias, influir no es opcional: es inevitable.

  • El jefe de servicio que opera con silencio o con presencia.
  • El residente mayor que enseña… o que desprecia.
  • La enfermera que acoge o que juzga.
  • El tutor que corrige con cuidado o con sarcasmo.
  • El adjunto que habla de sus pacientes… con humanidad o con desdén.
  • Por lo que se dice… pero también por lo que se calla.
  • Por cómo se resuelve un conflicto.
  • Por cómo se habla del paciente en su ausencia.
  • Por lo que se premia (el gesto técnico o la ética clínica).
  • Por cómo se reacciona ante un error.
  • La influencia consciente forma: es guía, ejemplo, coherencia.
  • La influencia inconsciente deforma sin querer: reproduce climas, tensiones, modos de ejercer sin reflexión.
  • Normalizar estilos autoritarios, sarcásticos o fríos.
  • Transmitir miedo como forma de formación.
  • Apagar el pensamiento crítico.
  • Enseñar que “sentir” no tiene lugar en la cirugía.
  • Siendo coherente: que lo que dices y haces no se contradigan.
  • Escuchando activamente: eso enseña más que hablar.
  • Haciendo preguntas que abren, no que bloquean.
  • Validando el esfuerzo, no solo el resultado.
  • Dando ejemplo sin convertirte en modelo inalcanzable.

Influir es inevitable. Lo importante es elegir qué tipo de huella dejamos. Porque en neurocirugía no se enseña solo con bisturí ni con libros: se enseña con presencia, con palabra, con mirada. Y cuando uno se da cuenta de eso… la forma de estar ya es parte de la cura.

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  • Última modificación: 2025/05/04 00:02
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