Dormir Tranquilo: La Ética Silenciosa del Neurocirujano

En neurocirugía, el éxito no siempre es visible, ni se mide con cifras. Hay días en los que operar bien, enseñar con calma, tratar con respeto y honestidad con uno mismo tiene un valor incalculable. Y ese valor se resume, muchas veces, en una sensación sencilla y poderosa: dormir tranquilo.

  • Haber hecho lo mejor posible con el conocimiento y medios disponibles.
  • No haber ocultado errores, ni haber culpado injustamente a otros.
  • Haber tomado decisiones difíciles sin traicionarse éticamente.
  • Haber respetado al paciente, incluso cuando el pronóstico fue malo.
  • Haber enseñado sin humillar, guiado sin imponer, liderado sin herir.

Es poder mirar hacia atrás y saber que:

  • Se actuó con honestidad clínica.
  • Se escuchó más que se gritó.
  • Se dudó cuando había que dudar.
  • Se operó con precisión, pero también con conciencia.
  • La mentira encubierta.
  • El desprecio innecesario.
  • El error no asumido.
  • El paciente ignorado.
  • La enseñanza cruel.

Dormir mal no siempre es culpa del caso clínico: muchas veces lo que no deja dormir no es lo que se hizo, sino cómo se hizo.

Cuando las métricas externas (premios, cirugías, aplausos) se vuelven confusas o insuficientes, dormir tranquilo puede ser la brújula interna más clara. No necesita validación externa, no requiere test ni auditoría. Solo requiere integridad.

Dormir tranquilo no es un lujo en neurocirugía: es una necesidad moral. Quien opera cada día, enseña cada semana y lidera cada año sin perder el derecho a dormir tranquilo, ha entendido que la verdadera excelencia no se mide en logros, sino en paz.

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  • Última modificación: 2025/05/04 00:03
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