Autocompasión en Neurocirugía: Cuidarse sin justificarse, sostenerse sin esconderse
La autocompasión no es indulgencia, ni debilidad, ni excusa. Es la capacidad de tratarse a uno mismo con la misma humanidad, comprensión y cuidado con que trataríamos a un residente en formación o a un paciente que ha cometido un error. En neurocirugía, donde la exigencia roza lo inhumano, la autocompasión es una herramienta clínica, ética y emocional de primera necesidad.
¿Qué es la autocompasión en la práctica profesional?
- Reconocer que se está sufriendo sin juzgarse por ello.
- No reducir la propia identidad a un fallo o a un mal resultado.
- No exigirse perfección para sentirse digno.
- Permitirse descansar, pedir ayuda o poner límites sin culpa.
- Recordar que ser humano no es un obstáculo para ser buen cirujano: es una condición.
Lo que la autocompasión NO es
- No es evitar la responsabilidad.
- No es conformismo profesional.
- No es cerrarse a la crítica.
- No es autoengaño.
Es, en cambio, la forma más ética de seguir adelante sin romperse.
¿Por qué cuesta tanto la autocompasión en neurocirugía?
- Porque se ha formado al cirujano para dar siempre más, nunca para cuidar(se).
- Porque se ha confundido valor con dureza.
- Porque la cultura clínica premia la frialdad, no la ternura.
- Porque nadie enseña a sostenerse después de un error, solo a evitarlo.
¿Qué permite la autocompasión?
- Aprender del error sin autodestrucción.
- Pedir ayuda sin vergüenza.
- Enseñar sin proyectar la propia culpa no elaborada.
- Cuidar a otros desde un lugar más lleno, no desde el sacrificio crónico.
- Reparar vínculos con uno mismo que el personaje profesional había olvidado.
Ejercicios silenciosos de autocompasión
- Decirse internamente: “Hice lo mejor que pude con lo que sabía y tenía hoy.”
- Preguntarse: “¿Cómo trataría a otro si hubiera pasado por esto?”
- Permitirse llorar, dudar o parar… sin justificarse.
- Recordar que el valor de uno como persona no depende del resultado clínico.
Conclusión
En un mundo quirúrgico que exige sin tregua, la autocompasión no es un privilegio: es un acto de justicia interna. Porque nadie puede operar bien si vive roto por dentro. Y porque el bisturí no sólo corta tejidos: también deja huellas en quien lo empuña.
La autocompasión no es quererse más. Es dejar de tratarse como un enemigo. Y eso, quizás, sea la forma más profunda de sanar.