En un entorno quirúrgico marcado por la acción, el tiempo, el bisturí y el resultado, el pensamiento parece lento, incluso secundario. Pero en realidad, es el espacio ético y clínico donde todo se decide antes de actuar.

Pensar bien no es solo aplicar conocimiento. Es preguntarse *desde dónde*, *para qué*, *con quién* y *a qué coste* se hace lo que se hace.

  • Una combinación de experiencia, duda, memoria, escucha y conciencia.
  • No busca solo eficacia, sino también sentido.
  • Integra técnica, contexto, humanidad y ética.
  • Tolera el no saber, pero no se instala en la inercia.
  • Prisa estructural: “hay que operar ya”.
  • Cultura de la obediencia: “esto se hace así”.
  • Exceso de confianza: “ya lo he visto antes”.
  • Miedo a preguntar: “mejor no molesto”.
  • Antes de indicar una cirugía: “¿es lo mejor para este paciente?”
  • Antes de corregir a un residente: “¿desde qué lugar lo haré?”
  • Antes de liderar una decisión: “¿estoy escuchando lo suficiente?”
  • Antes de repetir un patrón: “¿por qué sigo haciéndolo así?”
  • Pensar bien protege al paciente, al equipo y a uno mismo.
  • No es indecisión: es pausa ética.
  • No es inseguridad: es responsabilidad.
  • Hacer preguntas que no tienen una sola respuesta.
  • Tolerar el tiempo que necesita el otro para construir criterio.
  • Mostrar cómo uno piensa… no solo lo que uno decide.
  • Validar el pensamiento como forma de excelencia, no solo la acción.
  • ¿Quién soy cuando opero?
  • ¿Qué he aprendido y qué he olvidado?
  • ¿Qué tipo de presencia tengo en el quirófano?
  • ¿Qué valores habitan mi forma de pensar?

En neurocirugía, el pensamiento es el espacio entre ver y actuar. No siempre se ve. No siempre se nombra. Pero siempre deja huella. Pensar bien es operar con conciencia antes de tocar el cuerpo. Y a veces, cuando se piensa de verdad, ya no hace falta hacer más.

  • pensamiento.txt
  • Última modificación: 2025/05/03 23:59
  • por 127.0.0.1