El manejo conservador es una estrategia terapéutica que busca aliviar síntomas y mejorar la calidad de vida sin recurrir a tratamientos invasivos, como la cirugía. Se emplea especialmente en situaciones donde la intervención quirúrgica podría conllevar mayores riesgos, o cuando las opciones no invasivas son igualmente efectivas. Los enfoques conservadores suelen incluir:
Medicamentos: Para controlar el dolor, la inflamación o los síntomas asociados. Pueden ser antiinflamatorios no esteroides (AINEs), analgésicos, relajantes musculares, entre otros.
Fisioterapia y rehabilitación: Ejercicios guiados para mejorar la movilidad, la fuerza y reducir el dolor.
Cambios en el estilo de vida: Modificaciones en la actividad física, el peso corporal, la dieta y hábitos posturales para prevenir el avance de la enfermedad o mejorar los síntomas.
Terapias complementarias: Acupuntura, masajes terapéuticos o calor/frío pueden aliviar el malestar en algunos casos.
Monitorización y seguimiento: Revisiones periódicas para evaluar la progresión y ajustar el tratamiento.