Escuchar es uno de los gestos más invisibles y más transformadores de la práctica neuroquirúrgica. No requiere tecnología ni protocolos. Pero sí presencia, humildad, apertura. Escuchar bien es ya una forma de tratar, de liderar, de enseñar… y de cuidar.

  • Al paciente que no entiende lo que le pasa, pero necesita sentirse comprendido.
  • Al residente que no se atreve a preguntar, pero deja pistas en su silencio.
  • A la enfermera que conoce el cuerpo del paciente mejor que nadie.
  • Al colega que disiente, y quizás tiene razón.
  • A sí mismo, en la duda, en el miedo, en el cansancio.
  • Interrumpir para corregir.
  • Responder sin haber comprendido.
  • Oír solo lo que confirma mi idea.
  • Hacer preguntas cerradas para salir del paso.
  • Desoír el cuerpo, las emociones, la intuición clínica.
  • Tiempo (aunque sea poco, que sea real).
  • Silencio interior.
  • Curiosidad auténtica.
  • Capacidad de tolerar lo que incomoda.
  • Deseo de comprender, no solo de resolver.
  • No implica renunciar al criterio clínico.
  • No significa dar siempre la razón.
  • Es reconocer que la otra persona tiene algo valioso que aportar.
  • Mejores decisiones clínicas.
  • Reducción de errores por malentendidos.
  • Relaciones laborales más humanas.
  • Docencia más efectiva.
  • Pacientes más tranquilos, más informados, más acompañados.
  • Cuando el cirujano no se escucha a sí mismo, repite sin revisar.
  • Cuando se escucha, puede rectificar, reparar, agradecer, detenerse.
  • Escucharse no es debilidad: es el inicio de la conciencia clínica.

El bisturí corta. La escucha transforma. Un cirujano que escucha no solo opera mejor: habita su oficio con humanidad. Porque hay dolores que no se ven en el TAC… Y hay alivios que empiezan simplemente cuando alguien escucha sin corregir, sin interrumpir, sin imponer.

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  • Última modificación: 2025/05/03 23:56
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