La verdad en neurocirugía no es solo una cuestión de datos clínicos o diagnósticos precisos. Es un eje ético y humano que atraviesa cada acto quirúrgico, cada conversación con un paciente y cada relación entre colegas. Buscar, sostener y transmitir la verdad —aunque incomode, aunque duela— es uno de los compromisos más profundos del neurocirujano maduro.
La verdad en neurocirugía no siempre está escrita en la resonancia ni en el consentimiento informado. A veces se esconde en un “no lo sé”, en un “lo siento”, en un “¿qué opinas tú?”. Quien la busca, la sostiene y la comparte no solo es buen clínico: es un profesional íntegro. Porque en última instancia, la verdad no es una técnica: es una forma de presencia.