En neurocirugía, la ignorancia no es una falta moral. Es una condición inevitable. Cada día operamos en sistemas complejos, con variables infinitas, en cuerpos únicos, con límites científicos, emocionales y humanos. No saber no significa no valer. Significa ser real.
La ignorancia no se elimina. Se mira. Se habita. Se comparte. Se convierte en puerta al conocimiento, al diálogo, a la conciencia. Porque quien no reconoce lo que ignora… no puede crecer. Y quien se atreve a nombrarlo, en cambio… ya ha comenzado a ser sabio.