Autocompasión en Neurocirugía: Cuidarse sin justificarse, sostenerse sin esconderse
La autocompasión no es indulgencia, ni debilidad, ni excusa. Es la capacidad de tratarse a uno mismo con la misma humanidad, comprensión y cuidado con que trataríamos a un residente en formación o a un paciente que ha cometido un error.
En neurocirugía, donde la exigencia roza lo inhumano, la autocompasión es una herramienta clínica, ética y emocional de primera necesidad.
¿Qué es la autocompasión en la práctica profesional?
Reconocer que se está sufriendo sin juzgarse por ello.
No reducir la propia identidad a un fallo o a un mal resultado.
No exigirse perfección para sentirse digno.
Permitirse descansar, pedir ayuda o poner límites sin culpa.
Recordar que ser humano no es un obstáculo para ser buen cirujano: es una condición.
Lo que la autocompasión NO es
No es evitar la responsabilidad.
No es conformismo profesional.
No es cerrarse a la crítica.
No es autoengaño.
Es, en cambio, la forma más ética de seguir adelante sin romperse.
¿Por qué cuesta tanto la autocompasión en neurocirugía?
Porque se ha formado al cirujano para dar siempre más, nunca para cuidar(se).
Porque se ha confundido valor con dureza.
Porque la cultura clínica premia la frialdad, no la ternura.
Porque nadie enseña a sostenerse después de un error, solo a evitarlo.
¿Qué permite la autocompasión?
Aprender del error sin autodestrucción.
Pedir ayuda sin vergüenza.
Enseñar sin proyectar la propia culpa no elaborada.
Cuidar a otros desde un lugar más lleno, no desde el sacrificio crónico.
Reparar vínculos con uno mismo que el personaje profesional había olvidado.
Ejercicios silenciosos de autocompasión
Decirse internamente: “Hice lo mejor que pude con lo que sabía y tenía hoy.”
Preguntarse: “¿Cómo trataría a otro si hubiera pasado por esto?”
Permitirse llorar, dudar o parar… sin justificarse.
Recordar que el valor de uno como persona no depende del resultado clínico.
Conclusión
En un mundo quirúrgico que exige sin tregua, la autocompasión no es un privilegio: es un acto de justicia interna.
Porque nadie puede operar bien si vive roto por dentro.
Y porque el bisturí no sólo corta tejidos: también deja huellas en quien lo empuña.
La autocompasión no es quererse más. Es dejar de tratarse como un enemigo.
Y eso, quizás, sea la forma más profunda de sanar.