Ridiculizar es exponer al otro al desprecio, la burla o la risa, resaltando sus errores o limitaciones sin compasión. En la cultura quirúrgica, a veces se disfraza de “broma”, “costumbre” o “forma de templar el carácter”… pero su efecto es claro: humilla, paraliza, desconecta.

  • Cuando un residente es corregido en público con tono sarcástico.
  • Cuando se imita su error delante del equipo.
  • Cuando se hace humor con su miedo, su acento, su torpeza o su forma de hablar.
  • Cuando se responde con ironía en lugar de acompañar la duda.
  • Cuando se usan motes, gestos o apelativos que despersonalizan.
  • Bloqueo del aprendizaje.
  • Miedo a preguntar.
  • Baja autoestima clínica.
  • Aparición del síndrome del impostor.
  • Distancia emocional con el tutor.
  • Cicatrices que duran años… y que luego se repiten.
  • El contexto manda: si hay jerarquía, no hay broma inocente.
  • El tono enseña más que el contenido.
  • El humor sano incluye, no aísla.
  • Lo que hace reír a unos… puede marcar a otros.
  • Corregir con firmeza, pero en privado si es posible.
  • Separar el error de la persona.
  • Usar preguntas que acompañan, no que exponen.
  • Recordar que todos, absolutamente todos, fuimos torpes alguna vez.
  • Reconocerlo.
  • Pedir disculpas sinceras, sin excusas.
  • Preguntar cómo impactó.
  • Reparar no con palabras… sino con actitudes futuras.

Ridiculizar no forma. Deforma. Puede hacer reír a la sala… pero rompe en silencio a quien vino a aprender. Y ningún acto quirúrgico, por brillante que sea, compensa una humillación que se pudo evitar.

  • ridiculizar.txt
  • Última modificación: 2025/05/03 23:59
  • por 127.0.0.1