La vulnerabilidad es la capacidad de reconocer que uno puede fallar, sentir, dudar, cansarse, necesitar. En el entorno quirúrgico, donde históricamente se ha premiado la dureza, el control y la frialdad emocional, la vulnerabilidad ha sido vista como una amenaza. Pero en realidad, es una de las formas más altas de madurez profesional.
El líder vulnerable no es el que expone todo, sino el que no necesita fingir lo que no es. El que enseña que dudar, llorar, preguntar o fallar no te hace menos cirujano: te hace más humano. Y que la verdadera autoridad no nace del control, sino de la autenticidad sostenida.
La vulnerabilidad no es un síntoma. Es una señal de salud. En una especialidad donde tanto se espera de nosotros, atreverse a ser vulnerable es un acto de ética, de coraje y de verdad. Porque solo quien puede mirarse completo, con sus luces y sombras, puede operar con conciencia y enseñar con compasión.