Repetir no es malo en sí. Toda técnica se perfecciona con repetición. Toda formación requiere práctica. Pero cuando se repite sin pensar, sin revisar, sin escuchar… el oficio se vacía. Y la neurocirugía se convierte en un ritual sin alma.
Lo repetido sin revisión, se convierte en error estructural.
Repetir sin pensar es la forma más silenciosa de perpetuar lo que ya no sirve. Y en neurocirugía, donde lo aprendido se convierte en herencia, repetir con conciencia es formar. Pero repetir sin conciencia… es deformar. Por eso esta obra existe: para que no repitamos sin mirar. Para que pensemos. Para que cuidemos.