En un entorno quirúrgico marcado por la acción, el tiempo, el bisturí y el resultado, el pensamiento parece lento, incluso secundario. Pero en realidad, es el espacio ético y clínico donde todo se decide antes de actuar.
Pensar bien no es solo aplicar conocimiento. Es preguntarse *desde dónde*, *para qué*, *con quién* y *a qué coste* se hace lo que se hace.
En neurocirugía, el pensamiento es el espacio entre ver y actuar. No siempre se ve. No siempre se nombra. Pero siempre deja huella. Pensar bien es operar con conciencia antes de tocar el cuerpo. Y a veces, cuando se piensa de verdad, ya no hace falta hacer más.