Operar: El Gesto Radical de la Neurocirugía
En pocas profesiones una acción concentra tanto peso simbólico, técnico y ético como en neurocirugía.
Operar no es simplemente intervenir. Es decidir, arriesgar, tocar la vida de otro con nuestras manos y sostener las consecuencias.
Operar es más que intervenir
Es aceptar la confianza que un paciente deposita sin garantías.
Es reconocer que todo acto quirúrgico es también un acto moral.
Es decir “sí” cuando también podríamos decir “esperamos”, “no toca”, o incluso “no puedo”.
Es ejercer un poder inmenso —el del acceso al sistema nervioso— con la humildad de saber que nunca será absoluto.
¿Qué se pone en juego al operar?
Técnica, sí. Pero también conciencia.
Conocimiento, sí. Pero también intuición y prudencia.
Autoridad clínica, sí. Pero también humanidad.
Lo que está en juego no es solo el resultado, sino la forma de haber llegado a él.
Operar sin ego
Operar no para brillar, sino para cuidar.
Operar no como afirmación del yo, sino como servicio al otro.
Operar sabiendo que un mal resultado no hace malo al cirujano, pero una mala actitud sí puede convertir la cirugía en injusticia.
El silencio del quirófano
Hay un momento en toda intervención en que se hace silencio.
Un silencio distinto: no el técnico, sino el existencial.
Es cuando el bisturí está en el lugar más delicado, y todo el equipo sostiene la respiración.
Ese momento revela la esencia de operar: estar completamente presentes. Sin distracción. Sin máscara. Sin ego.
¿Qué dejamos en cada cirugía?
Parte de nuestra concentración.
Parte de nuestra energía física.
Parte de nuestra historia profesional.
Y, si operamos bien, algo de nuestra verdad silenciosa.
Conclusión
Operar es un verbo inmenso.
Cuando se hace desde la técnica, se resuelve.
Cuando se hace desde el ego, se exhibe.
Cuando se hace desde la verdad, se honra la vida.