Construida de titanio y de forma cilíndrica
(DePuy, Raynhem, MA, USA)
En 1986, Harms y Biedermann desarrollaron el primer implante para la columna vertebral. El cilindro de malla de forma ovalada, fue diseñado para actuar como un separador vertebral evitando la fractura del injerto o colapso que era una de las principales complicaciones con injertos autólogos de la cresta ilíaca, la tibia o el peroné en cirugía espinal anterior.
La simplicidad del diseño, con sus diferentes diámetros y su capacidad de adaptarse de forma individual en función de las circunstancias del caso la hicieron muy popular.
Representa un procedi-miento seguro después de una espondilectomía anterior. Con este método se elimina un eventual problema térmico por la polimerización in vivo del PMMA y derivados de la incorporación del injerto óseo.
Las propiedades biomecánicas del implante garantizan un mínimo riesgo de desplazamiento, ofreciendo un mantenimiento óptimo de la estabili-dad y del estado neurológico conseguido después de la descompresión anterior.
Protusión en el platillo vertebral, que podría atribuirse a las propiedades de anclaje determinadas por los extremos en forma de dientes de sierra y que lo protejen de la rotación.
Todavía hay controversia acerca de la viabilidad del hueso dentro de la malla, pero los pocos informes en la literatura son alentadores y confirman la respuesta biológica del hueso, lo cual lo hacen seguir siendo utilizado a pesar del desarrollo de otros implantes, más sofisticados y diseñados para el mismo propósito 1),2).
La falta de distracción que proporciona cuando se utiliza para la reconstrucción columna anterior, como en la deformidad cifótica segmentaria cervical.