La dignidad es el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser humano, independientemente de su estado, conocimiento, jerarquía o función. En neurocirugía —donde el cuerpo se convierte en campo quirúrgico, y el lenguaje técnico puede anestesiar lo humano— la dignidad es la línea que nunca debe cruzarse.
La dignidad no es un adorno ético: es el centro de toda medicina verdadera. Y en neurocirugía, donde todo se vuelve tan técnico, tan urgente, tan exigente… la dignidad es el gesto silencioso que le recuerda a todos que seguimos siendo humanos.